jueves, octubre 19, 2006


Sabes, me hiciste algo que no puedo explicar,
huelo tu piel en la vacía almohada junto a la mía, como si estuvieras y mis ojos se animan ansiosos a contemplarte pero se dan cuenta de que no estas.

Solo han pasado dos horas después de mi dosis, esa voz que me alborota, ja` por poco y me atropella un carro cruzando la calle, no es tu culpa son mis sentidos que se enloquecen al recibir tal descarga. Sé que te veré de nuevo, Lejos o pronto pero lo haré.


Esto lo escribi el 17/10/06, mejor tarde que nunca.

miércoles, octubre 04, 2006

Volver

Por mucho tiempo busque el lugar exacto del horizonte donde en el alba nace el radiante disco solar, para así navegar sobre el los meridianos, surcar el indomable cielo. Mucho tiempo busqué sin lograr el anhelado descubrimiento. Esperaba en vela el inicio del día, como un niño en un luminoso circo observaba atentamente sin perder detalle cada faceta, cada color, cada matiz. Pero mi desaire crecía junto a mi impaciencia pues advertía impotente como cada mañana el tesoro que con ahínco buscaba, desaparecía como aquel que se desvanece junto al arcoiris.

Mi inquebrantable espíritu me sostuvo en la búsqueda a pesar de la derrota, escudriñé en cada amanecer los secretos de la luz. Y al fin, con el corazón galopante dentro del pecho, divisé en una cálida mañana de mayo, entre las sombras y nubes, el punto exacto donde asomaba la corona del sol. Mi alegría creció hasta estallar en mi rostro en forma de lágrimas jubilosas que se deslizaban sobre el contorno de una sonrisa. Extático saboreé mi victoria, me felicite, y de haber podido, me hubiese besado, era tal mi alegría.

Mi sueño anhelado, mi gran obsesión al fin había encontrado su hogar entre mis manos. Disfrute cada segundo de la gloria con la que me pintaban los dorados rayos, y navegué sobre el ecuador montado en el deslumbrante carro solar. Maravillas sin fin divisaron mis incrédulos ojos y puedo decir, sí, puedo decir, que conocí la felicidad.

Pero como oscuro augurio advertí por el rabillo del ojo el crepúsculo que orondo se acercaba; la oscuridad implacable que engulle cada tarde la carroza que ahora transportaba mis alegrías. Ingenuo trate de cambiar el rumbo hacia el este, con la ilusión de prolongar mi viaje, que arrogante y egoísta fui al creer poder domar a la naturaleza solo con mi capricho. Allí mismo murió el hechizo cuando la aceptación abrumó mis sentidos y fue claro ante mis ojos lo que antes no había visto, al sol su lecho le llamaba y no existía espada, fuerza, voluntad o maleficio que pudiera detener la marcha de los que es, de lo que siempre será.

Así desapareció la fantasía que había creado. Las lágrimas jubilosas que retozaban sobre mi rostro se amargaron tanto que marcaron mis facciones en un profundo lamento, así acabo el cuento y mi amorío con el horizonte.

En mi cobardía dejé a la angustia poseerme, ya no buscaba el alba, ya ni siquiera me atrevo a madrugar por temor a encontrar el maná de donde brota el niño dorado, porque, aun cuando quiero volver a admirar tantas maravillas, aunque quisiera volver a nadar sobre el sol, no creo que mi corazón soporte el dolor que produce decir adiós.
.
.
Esto fue escrito por un buen amigo, que me pidio que publicara esta preciada pieza en mi tonto y olvidado rincon
.
Autor: Hewdy Peña